Mi día no empieza hasta que no me tomo el café y me como los huevos. Recuerdo con mucha ilusión, la hora del desayuno cuando era niña. Los huevos nunca faltaban, y si eran de las gallinas del patio de mis abuelos, mejor todavía. La yema era casi roja y muy sabrosa. Para ser honesta, creo que más de una vez mis padres me chantajearon diciendo “mañana no hay huevos”, cuando me porté mal.
Quizás por eso veo hoy día los huevos blancos del supermercado de yema color amarillo pálido, y me enfado. Hoy hay muchas opciones, colores y tamaños, pero las clasificaciones más importantes son los convencionales, cage free, free range, organic. Podemos encontrar algunos que dicen “enriquecidos con Omega-3”.
¿Cuáles son los mejores? Hay que leer un poco y basta con abrirlos para entender que el color, el sabor y el valor nutricional varía. Basado en múltiples estudios, los “free-range” son los que llevan la delantera en todo.
Cuando los comparamos con los huevos comunes, los “free range” tienen:
- Menos colesterol que los que los huevos convencionales
- Menos grasas saturadas
- Más vitamina A, B y E
- Más Omega-3 y betacaroteno
Sin olvidar que siempre han tenido fama de:
- Ayudar a perder peso
- Aumentar los niveles de colesterol bueno (HDL)
- Ayudar a nuestros músculos y fortalecer el sistema inmune
- Nutrir nuestro pelo, uñas, piel, cerebro y ojos
Si a todo esto le sumamos, que son más sabrosos, tienen más color, lucen espectaculares en un plato, son más fotogénicos en nuestro Instagram y nos llenan más por su alto contenido de proteína, no se diga más. Vamos a invertir un poco en nosotros mismos y a comprar mejores huevos. Disfrútalo en el desayuno, el almuerzo o la cena, pero recuerda a Julia Child cuando dijo:
“El huevo puede ser tu mejor amigo, si le das el descanso adecuado”.